El último día de agosto fue significativo para el Capítulo General. Salimos del Colegio temprano en la mañana, a las 6,30. Destino: Vaticano. Ese día, el Papa Francisco recibió a aproximadamente 216 capitulares y oficiales en una audiencia privada en el Salón del Consistorio. A la entrada del Papa hubo grandes aplausos en el salón, expresión de la alegría sincera que parece colmar el corazón de cada fraile. El Pontífice saludó cordialmente a los hermanos, manifestándoles su agradecimiento “porque son buenos confesores”; citó como ejemplo de confesor al fraile argentino al que creó cardenal hace 11 meses, a la edad de 96 años (fr. Luis Pascual Dri), “que todo lo perdona”. Dirigiéndose a los capitulares con la humildad que le caracteriza, Francisco recordó las tres dimensiones de nuestra espiritualidad franciscana, que espera puedan ayudarnos en nuestro discernimiento y en nuestro apostolado misionero.
En primer lugar, subrayó la dimensión fraterna, recordando las indicaciones de san Francisco: “vuestra misión, según su carisma, nace en la fraternidad para promover la fraternidad” (cf. Rb 3,10-12). Luego añadió: “no os habéis reunido para optimizar -como lamentablemente escuchamos a veces- los “recursos humanos” de la Orden, ni para mejorar sus prestaciones, ni para conservar sus estructuras. Más bien, volvéis a reconoceros, en la fe, como hermanos elegidos, reunidos y acompañados por la caridad providente del Padre”. Por ello, el Papa animó a los frailes “a que en vuestras reuniones nunca se pongan en el centro los recursos económicos, los cálculos humanos u otras realidades de este tipo: son todos instrumentos útiles, de los que también hay que preocuparse, pero siempre como medios, nunca como fines. En el centro estén las personas: aquellas a las que el Señor os envía y aquellas con quienes os dona vivir… su bien, su salvación”.
La segunda dimensión en la que se centró el Pontífice es la disponibilidad, recordando cómo los Capuchinos son famosos por su disponibilidad y su disposición a dejarlo todo para ir “donde nadie quiere ir”. Para Francisco, “en tiempos como el nuestro, marcado por conflictos y donde la indiferencia y el egoísmo parecen prevalecer, sois signos para toda la comunidad cristiana”, que está llamada a ser siempre y en todas partes misionera y extrovertida.
La última dimensión recordada por Francisco es el compromiso por la paz. En este contexto elogió la capacidad de los frailes para saber acercarse a todos, hasta el punto de ser llamados “frailes del pueblo”. A lo largo de los siglos, muchos frailes Capuchinos han demostrado ser “expertos constructores de paz, capaces de crear espacios de encuentro, mediar en la resolución de conflictos, acercar a las personas y promover una cultura de la reconciliación”. Francisco concluyó luego que “en la base de este carisma hay una condición fundamental: estar en Cristo, cerca de todos, especialmente de los pobres, los marginados y los desesperados”. Después de la bendición en la que invocó el acompañamiento de la Virgen sobre toda la familia capuchina, como si quisiera dejar una huella en cada uno de los presentes, el Papa saludó al Ministro general y luego a todos los frailes presentes, uno por uno, con cariño paternal.
El último acto fue la foto de grupo de todos los Capuchinos juntos, con el Papa Francisco en el centro. Los frailes, al salir, pudieron admirar algunas salas contiguas a la sala del Consistorio, y luego regresaron al Colegio.