Uno de los temas elegidos para tratar en el próximo Capítulo General es la “Colaboración fraterna”. La expresión se refiere a la convocatoria de hermanos de las provincias que tienen un buen número de religiosos, de los cuales muchos aún jóvenes, a las provincias que viven desde algunos decenios un descenso vocacional y una fuerte disminución del número de hermanos. Este fenómeno, relativamente nuevo, está generando un gran movimiento de hermanos en la Orden y ciertamente habla de su vitalidad. Por ejemplo, actualmente hay más de 200 hermanos de la India presentes en otras provincias con “acuerdos de colaboración”. Lo mismo ocurre con hermanos de otras circunscripciones: polacos, africanos, indonesios y brasileños.
Los buenos frutos de esta colaboración son muchos y están presentes en muchos lugares, y por esto debemos dar gracias a Dios, a las provincias y a los hermanos involucrados. Con todo, hay algunos puntos que necesitan una ulterior profundización, para evitar que esta bella y significativa experiencia caiga en algunas desviaciones que desfiguren nuestro modo de ser hermanos menores capuchinos y comprometan nuestro servicio a la Iglesia. A la luz del Evangelio, de nuestro carisma capuchino y también de las experiencias concretas vividas especialmente en estos últimos decenios, la Orden siente la necesidad de reflexionar y orar, para discernir como tutelar nuestros valores carismáticos y promover aún más la “Colaboración fraterna”, colocándola dentro de nuestra auténtica tradición.
La sensibilidad que está surgiendo va en la línea de cualificar este movimiento de hermanos dentro del concepto “misión” en la Orden. De hecho, la “Colaboración” exige que los hermanos sean enviados a otros Países, con otras culturas y otras tradiciones, lenguas, comidas, hábitos… exactamente como en las misiones. Con todo, al contrario que en las “misiones tradicionales” donde los hermanos asumían muchos riesgos y eran enviados a contextos muchas veces pobres y con poquísima o ninguna estructura, esta nueva modalidad de traslado de los hermanos los lleva a Países más ricos y con muchas estructuras. Esta característica específica exige una atención especial para garantizar que la motivación para partir continúe siendo únicamente el amor por el Evangelio y la donación de sí para la construcción del Reino de Dios.
Sobre las misiones, nuestra Orden posee indicaciones precisas dadas por el mismo Francisco de Asís, y por la experiencia de casi 500 años. Tenemos una reflexión madurada en los CPO, en las Constituciones, en las Cartas de los Ministros Generales y en la Ratio Formationis, que hacen eco de tantas enseñanzas del Magisterio de la Iglesia. La Orden posee un patrimonio teórico/práctico, especialmente sobre lo que se refiere al discernimiento de los candidatos, a su preparación y a la preparación de las fraternidades que los recibe, a los aspectos económicos, a los tiempos de servicio/misión, a la necesidad de apertura a la inculturación, a las exigencias de una nueva evangelización. Aplicar estos criterios a la “Colaboración fraterna” es garantía de buen éxito, y preserva de peligros por posibles desvíos. Si no estamos atentos y si no se toman decisiones fuertes, audaces y coherentes, lo que hoy se presenta como una hermosa oportunidad puede transformarse en un gran antitestimonio y arruinar nuestra Orden.
Nuestra presencia en algunos Países donde en un tiempo había una extraordinaria fuerza misionera, hoy está amenazada. Pero el Señor, que suscitó nuestro carisma en la Iglesia, nos está dando muchas vocaciones en otras latitudes. Es hora de comprender que nuestra Orden es una y universal. Aunque estemos divididos en provincias y custodias no podemos lavarnos las manos y dejar que nuestro carisma desaparezca completamente en territorios significativos, como si esto no concerniera a todos. Debemos encontrar los modos para formar a los jóvenes a fin de que sean verdaderamente buenos hermanos menores, que asuman con autenticidad nuestros valores, y luego permitir que la “divina inspiración” los lleve a vivir el carisma donde la Orden tiene necesidad.
Fra Mariosvaldo Florentino
Segretario general para la Evangelización, Animación y Cooperación Misionera